I.- Introducción
El 18 de diciembre, la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen emitió un comunicado señalando que había acordado con los países del Mercosur postponer la firma del Acuerdo de Asociación para enero del 2026[1]. Luego de reconocer la importancia económica, diplomática y geopolítica de este Acuerdo, von der Leyen remarcó que son necesarios algunos “controles y salvaguardias adicionales” para proteger a los agricultores y consumidores europeos, sin brindar mayores detalles sobre qué se refería.
Una vez más, la ponderación equivocada de las disposiciones en materia de “agricultura” previstas en el Acuerdo está demorando la firma de un documento que es mucho más que un simple entendimiento sobre liberalización comercial. El Acuerdo de Asociación cerrado políticamente en diciembre de 2024 (con sus pilares económico, político y de cooperación) implica sellar una alianza estratégica entre dos grandes bloques regionales en un contexto internacional en plena reconfiguración.
La postergación vuelve a evidenciar que los obstáculos ya no son técnicos ni comerciales, sino políticos y domésticos en la UE.
2.- Los prejuicios infundados sobre la “agricultura”.
No es ninguna novedad que desde el inicio de las conversaciones con el Mercosur, la Comisión Europea planteó sensibilidades en las negociaciones en el sector agroindustrial y consecuentemente, adoptó un enfoque “defensivo” en la apertura del sector a través del Acuerdo. De hecho, este ha sido uno de los principales motivos por el cual las negociaciones demoraron tantos años: la búsqueda -casi artesanal- de un balance razonable que permita conciliar los intereses de la UE y el Mercosur en materia agroindustrial.
Es por ello que llama la atención el accionar de los detractores del Acuerdo en Europa, el cual se parece más a un prejuicio o malentendido (probablemente basado en la desinformación) que a una decisión razonada, sustentada en criterios objetivos o principios científicos. Se han escuchado argumentos que mezclan cuestiones sanitarias, ambientales y comerciales. Acá queremos ser enfáticos, de ninguna manera el Acuerdo ni los países del Mercosur representan un riesgo para la agroindustria europea, lo cual ya fue explicado en reiteradas ocasiones por nuestros negociadores.
- No hay riesgo sanitarioque ponga en peligro al consumidor europeo, ya que las exportaciones del Mercosur deberán seguir cumpliendo con las exigencias higiénico-sanitarias de la UE, extremadamente rigurosas por cierto. Además, si Brasil se ha consolidado como el principal exportador neto mundial de productos agroindustriales y la Argentina como el tercero, es gracias a la calidad, higiene y sanidad de su producción, sumada a la trayectoria y confiabilidad de sus servicios sanitarios encargados de controlar y certificar sus exportaciones. El historial del comercio con la UE y con otros mercados de altísimo nivel de vigilancia sanitaria son una prueba de que Mercosur es un socio confiable y que no hubo ni habrá razones sanitarias válidas para objetar la firma del Acuerdo.
- No hay amenazas comerciales que ponga en peligro al productor europeo, ya que se han previsto todos los mecanismos para garantizar que el Acuerdo sea un instrumento que maximice el beneficio mutuo y aborde con responsabilidad las sensibilidades existentes desde ambos lados del Atlántico.
Hay productos excluidos del Acuerdo (y por ende, exceptuados de la desgravación arancelaria), hay productos incluidos en largas “canastas” de liberalización (que llegan a 15 años) e inclusive hay productos donde la apertura se reduce a una rebaja parcial del arancel o a un volumen limitado de toneladas (las famosas cuotas arancelarias). Si bien las mismas pueden representar volúmenes interesantes para el Mercosur, en ningún caso superan el 2% del consumo en la UE, lo que deja a las claras que no hay forma que el Acuerdo genere un daño comercial a la agroindustria europea, que además sigue fuertemente subsidiada según estudios de la OCDE[2]. Pero por si todo ello fuera poco, se incluyó en el Acuerdo una salvaguardia bilateral para abordar los (sumamente excepcionales) casos donde podría llegar a generarse algún tipo de daño o amenaza de daño, como suele hacerse en los acuerdos comerciales de esta naturaleza. Por ello, especular con la posibilidad de ir un paso más allá a través de una salvaguardia agrícola (como ahora reclaman desde Francia e Italia), después de 25 años de cuidadoso balance de concesiones, implica ir contra las reglas comerciales multilaterales (OMC) así como contra la letra del Acuerdo cerrado en diciembre de 2024.[3]
Por el contrario entendemos que la UE está perdiendo una gran oportunidad para su agroindustria con la demora en la firma del Acuerdo ya que el mismo: (i) le permitirá asegurarse estabilidad de flujos en el abastecimiento de productos agrícolas que necesita la industria alimentaria europea, clave en el actual contexto de fragmentación global, (ii) le dará acceso preferencial a un bloque cerrado como el Mercosur y (iii) le permitirá tener el uso exclusivo de 355 términos protegidos como Indicaciones Geográficas, pilar emblemático usado por el viejo continente en el desarrollo de su sector agroalimentario, entre otras cosas. - No hay impacto ambiental, ya que de manera absolutamente constructiva Mercosur accedió en 2024 a negociar un instrumento adicional sobre “Comercio y Desarrollo Sostenible” (complementario al acordado en 2019) a través del cual, se reconoce el derecho de ambas Partes a adoptar normas para la protección del medio ambiente y se reafirman numerosos acuerdos internacionales en la materia. Además, tal como en la cuestión sanitaria, Mercosur puede dar garantías de la sostenibilidad de su producción agroindustrial, inclusive en mejores condiciones que la UE en muchos casos.
3.- Las implicancias geopolíticas.
Estamos atravesando una época de profundos cambios a nivel global, donde el debilitamiento del multilateralismo, las tensiones geopolíticas, la proliferación de barreras comerciales y la fragmentación de cadenas globales de valor están redefiniendo nuevas redes de alianzas entre países a partir de valores compartidos o intereses convergentes. Naturalmente Europa es parte central en este proceso, probablemente desde un lugar de menor relevancia que el que supo tener años atrás.
Más allá de cuáles hayan sido las causas de esta menor preponderancia, lo cierto es que resulta extraño que un bloque tan experimentado, consolidado y profesionalizado como la UE no haya tenido las herramientas institucionales necesarias como para asegurar que la estrategia geopolítica prevalezca por sobre prejuicios. Sin dudas, con la demora de este Acuerdo, la UE está poniendo en juego la oportunidad de construir un vínculo privilegiado con un socio como el Mercosur, bloque llamado a ser garante de la seguridad alimentaria y energética, dos temas preponderantes en la agenda actual.
Pero también observamos una dimensión doméstica dentro de la UE sumamente compleja. En 25 años de negociaciones con el Mercosur, los dos principales países de la Unión (Alemania y Francia) no fueron capaces de zanjar sus diferencias y poner el proyecto de integración comunitaria por delante. La UE tiene mecanismos y sobre todo, presupuesto suficiente como para conciliar armónicamente las preocupaciones internas con la necesidad de seguir construyendo alianzas que le permitan reposicionarse en el concierto internacional. El canciller alemán Friedrich Merz declaró antes de la cumbre de Bruselas que retrasar o abandonar el acuerdo perjudicaría la posición global de la UE, remarcando que “si la UE quiere mantener su credibilidad en la política comercial global, debe tomar decisiones ahora”.
Mercosur ha sido claro: está listo para firmar el acuerdo cerrado en diciembre de 2024. Confiamos que la capacidad y visión estratégica de los líderes europeos terminará inclinando la balanza hacia la concreción del tan esperando acuerdo de asociación birregional, respetando los términos consensuados y evitando renegociaciones que pongan en peligro el delicado balance de concesiones intercambiadas a lo largo de 25 años.
[1] https://ec.europa.eu/commission/presscorner/detail/en/statement_25_3134
[2] Según el informe Agricultural Policy Monitoring and Evaluation 2025 de la OCDE, la UE es el 2do principal subsidiador de la agricultura a nivel mundial -solo detrás de China- con USD 101 mil millones en 2024. El nivel de apoyo que reciben los productores como parte de sus ingresos (conocido como PSE por sus siglas en inglés) en la UE es de 16,4%, mientras que en el caso de Argentina es negativo, -11,9%.
[3] Ver “La cadena agroindustrial rechaza la propuesta de salvaguardia agrícola de la Unión Europea”

