Se acercan tiempos de definiciones para el Mercosur. El debate sobre la contribución del acuerdo a la inserción comercial y el crecimiento económico de sus Miembros recrudece al interno de cada uno de los países, con algunos demandando cambios sustanciales en las reglas del bloque. En un contexto de estancamiento de la economía y caída de las exportaciones, se visualiza al tratado como un corsé que impide el aprovechamiento de las oportunidades que ofrece el mundo en materia de comercio e inversión.
Hasta hace poco tiempo eran Paraguay y Uruguay, los socios menores, quienes reclamaban flexibilizar las normas que obligan a los países del Mercosur a negociar en conjunto tratados de naturaleza comercial con terceros mercados. Ante la parálisis de la agenda negociadora del bloque y la proliferación de trabas al comercio intra-zona, estos países solicitan autorización para firmar acuerdos bilaterales que les permitan aumentar y diversificar sus exportaciones.
La recesión de la economía, en el marco de un reflorecimiento de las negociaciones comerciales internacionales, llevó a los sectores empresarios de Brasil a sumarse al pedido de una agenda externa más agresiva, que involucre al Mercosur en tratativas con los principales mercados del globo. Mientras el mundo se encuentra inmerso en negociaciones mega-regionales, el Mercosur ha conseguido acuerdos extra-regionales con socios menores y sólo mantiene negociaciones con la UE, con quien intercambió ofertas de concesiones por última vez en el año 2004.
Estos reclamos comienzan a ser escuchados, y desde sectores del gobierno ya se dejan oír cuestionamientos al rol del Mercosur. A mediados de agosto el presidente del Senado brasileño, Renan Calheiros, presentó una propuesta para “acabar con la Unión Aduanera, a fin de posibilitar que Brasil pueda firmar acuerdos bilaterales o multilaterales sin depender necesariamente del apoyo de los demás miembros del Mercosur”. La misma forma parte de la “Agenda Brasil”, una serie de iniciativas para contribuir a la salida de la crisis económica y social que atraviesa el país, que el líder del Senado presentó junto a una treintena de legisladores ante los Ministros de Economía, Joaquim Levy, y de Planificación, Nelson Barbosa. Este movimiento es una clara señal de que los objetivos integracionistas de Brasil podrían llegar a cambiar, y con ellos la denominada “paciencia estratégica”.
Dado que Calheiros es parte del oficialista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), y ante la necesidad de conservar aliados políticos, la presidenta Dilma Rousseff evitó la confrontación, limitándose a destacar la importancia del Mercosur para la estrategia de inserción y proyección internacional brasilera.
En cambio, decidió redoblar la presión por la conclusión de las negociaciones con la Unión Europea. Durante un encuentro con la canciller alemana, Angela Merkel, señaló que el Mercosur está en condiciones de intercambiar una oferta conjunta durante el último trimestre del año que signifique el ingreso al tramo final de la negociación; descartando, por el momento, un avance a distintas velocidades de acuerdo al nivel de ambición pretendido por cada Miembro del bloque. En la última Cumbre del Mercosur, los presidentes habían reafirmado su compromiso de negociar en conjunto y concluir en el corto plazo un acuerdo ambicioso con Europa.
Funcionarios del gabinete de Rousseff se han pronunciado en este sentido. Preocupada por los posibles efectos negativos del tratado Transatlántico en las exportaciones del Mercosur, la ministra de Agricultura, Katia Abreu, subrayó los beneficios de un acuerdo con la UE, que podría aumentar hasta un 20% las exportaciones agroindustriales brasileras al mercado comunitario, según un estudio de la Fundación Getulio Vargas. Por su parte, el secretario de Comercio Exterior, Daniel Marteleto Godinho, indicó que en el marco del Plan Nacional de Exportaciones Brasil buscará aumentar la red de acuerdos del Mercosur, motivo por el cual ya se abrieron consultas con el sector privado para negociaciones con México, Cuba, Canadá, Líbano, Túnez y la EFTA.
El próximo gobierno argentino deberá enfrentarse a un escenario regional agitado. Las políticas comerciales desarrolladas por nuestro país son señaladas como responsables de los magros resultados que el Mercosur ha cosechado durante la última década. Por lo pronto, la búsqueda de “sinceramiento” ha recaído sobre el comercio al interior del bloque, con la iniciativa aprobada durante la última Cumbre para eliminar las barreras que existen al comercio entre los socios. Pero no tardará en llegar el momento de las definiciones para el comercio extra-Mercosur, luego de las elecciones presidenciales en Argentina.
Argentina se enfrenta entonces al dilema de acompañar una agenda dinámica de negociaciones comerciales, lo que implicará realizar concesiones en algunos sectores industriales; o mantener una estrategia basada en un modelo de sustitución de importaciones que percibe estas negociaciones como una amenaza al esquema de protección del mercado interno. Esta última opción conducirá inevitablemente a cambios en las reglas de juego del bloque para dar mayor libertad a los Miembros en el manejo de su política comercial, que podrían significar incluso el retroceso a una Zona de Libre Comercio.

