El sábado 13 de noviembre concluyeron las negociaciones de la Conferencia sobre el Cambio Climático de Glasgow (COP 26 de la CMNUCC), un día más tarde de lo previsto. Fueron dos arduas semanas de discusiones, declaraciones y acuerdos, que pusieron fin a dos años –pandemia mediante- de un proceso liderado por la Presidencia del Reino Unido.
Casi 200 países alcanzaron el denominado Pacto Climático de Glasgow para mantener como factible el objetivo de limitar el aumento de temperatura del planeta a 1,5° C en comparación con los niveles previos a la Revolución Industrial, y finalizar los elementos claves pendientes del Reglamento del Acuerdo de París, es decir, las directrices necesarias para implementar plenamente el Acuerdo Climático adoptado en 2015.
No fue sencillo alcanzar estos acuerdos y los textos negociadores debieron ser modificados en más de una ocasión para arribar a un lenguaje aceptable para todos los actores involucrados. Muchos expresaron su preocupación por los textos finales en relación a diferentes temas, incluido el artículo 6, finanzas, adaptación y pérdidas y daños, pero señalaron que estaban dispuestos a comprometerse y aceptarlos.
El Pacto de Glasgow solicita a los países que revisen y fortalezcan sus objetivos climáticos actuales para 2022 (con foco en 2030), establezcan procesos para lograr un objetivo global sobre adaptación y dispongan de niveles más altos de financiamiento climático y el propio para pérdidas y daños. Por primera vez en la historia del proceso de la CMNUCC1, los países también acordaron acelerar los esfuerzos hacia «la eliminación gradual de la energía del carbón» así como la «eliminación gradual de los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles».
Todas estas decisiones también exigen que los países desarrollados dupliquen su financiamiento para la adaptación desde los niveles de 2019 hacia 2025; y para las Partes que aún no han comunicado Contribuciones Nuevas o Actualizadas Determinadas a Nivel Nacional (NDC) deberían hacerlo antes de la próxima COP, programada para realizarse en Egipto en noviembre de 2022.
También se estableció una mesa redonda ministerial anual de alto nivel sobre la ambición antes de 2030; el Diálogo de Glasgow entre las partes sobre pérdidas y daños, que se convocará de 2022 a 2024; un proceso para discutir un nuevo objetivo colectivo cuantificado sobre financiamiento climático; y un diálogo anual para fortalecer la acción basada en los océanos. La COP 26 también invitó al Secretario General de la ONU a convocar a los líderes mundiales en 2023 para considerar la ambición hacia 2030.
Seguidamente se abordarán los principales aspectos negociados que se consideran pueden tener impacto sobre Argentina en general o bien sobre el sector agroindustrial argentino en particular.
Agricultura
Las Partes llevaron adelante discusiones sobre el rol de la agricultura en materia de adaptación y mitigación del cambio climático, el marco del llamado Trabajo Conjunto sobre Agricultura de Koronivia establecido en la COP23 de 2017.
En la reciente reunión se adoptó un proyecto de conclusiones sobre sus talleres anteriores acerca de la mejora del uso de nutrientes, de los sistemas de gestión del ganado y la seguridad socioeconómica y alimentaria. Si bien en las conclusiones se reconoció la importancia de estos temas y del papel que juega del sector privado en este aspecto, no se logró un compromiso concreto sobre la implementación.
Los Órganos Subsidiarios de la CMNUCC acordaron continuar considerando los asuntos agrícolas en la próxima reunión entre sesiones (junio de 2022) y planean producir un proyecto de decisión sobre el trabajo futuro que será adoptado por la Conferencia de las Partes en la COP27 (noviembre de 2022) en Egipto.
Quizás puede resaltarse que a diferencia de reuniones anteriores, el foco no estuvo puesto exclusivamente en las emisiones del sector –a nivel global representa menos del 15% considerando incluso el cambio en el uso del suelo2, en el caso de Argentina está en torno al 37%3-, sino que se abarcaron cuestiones relativas a financiamiento y a adaptación.
Bosques
En materia de bosques, se emitió la Declaración de los Líderes de Glasgow sobre Bosques y Uso de la Tierra4. En la misma, más de 140 países (que representan más del 90% de los bosques del mundo) entre los que se incluye Argentina, se comprometieron a “trabajar colectivamente para detener y revertir la pérdida de bosques y la degradación de la tierra para 2030, al mismo tiempo que se promueve un desarrollo sostenible y una transformación rural inclusiva”.
Hubo una mención al comercio en la que se señala la necesidad de facilitar políticas de comercio y desarrollo a nivel internacional y nacional, que promuevan el desarrollo, la producción y el consumo sostenibles de productos básicos, que redunden en beneficio mutuo de los países, y que no impulsen la deforestación y la degradación de la tierra. En relación a la política agrícola, se buscará implementar y rediseñar políticas y programas agrícolas, para incentivar la agricultura sostenible, promover la seguridad alimentaria y beneficiar al medio ambiente.
En línea con esto, el presidente de Argentina, Alberto Fernández, durante su discurso por su participación en la Sesión Plenaria de la Cumbre de Líderes de la COP26, hizo referencia a dos cuestiones vinculadas a bosques. Por un lado, indicó que se adoptarían “medidas profundas para erradicar la deforestación ilegal, tipificándola como delito ambiental”. Y por otro lado, se comprometió a enviar un nuevo proyecto de Ley de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos.
Metano
Se firmó un compromiso de reducir colectivamente las emisiones mundiales de metano en un 30% para 20305. Más de cien países se sumaron durante Glasgow a una coalición encabezada por Estados Unidos y la Unión Europea para reducir las emisiones mundiales de metano.
La promesa fue parte de un impulso de la gestión de Biden, que también anunció que la Agencia de Protección Ambiental limitaría el metano proveniente de aproximadamente un millón de plataformas de petróleo y gas en Estados Unidos. Asimismo, cuenta con un apoyo financiero inicial de 300 millones de dólares para su implementación, según John Kerry en el momento de su lanzamiento.
Esta declaración tuvo un punto débil que es fundamental para su consecución: es necesario que más países se sumen a la propuesta, sobre todo China, Rusia e India, los tres mayores emisores de metano del mundo, e Irán, que se encuentra en el noveno lugar.
Por otro lado, Australia no suscribió, señalando a través de su ministro de Energía de Australia, Angus Taylor, que el enfoque australiano es de la economía en su conjunto, considerando todos los gases y con una fuerte impronta nacional6. Señalaron que al invertir en nuevas tecnologías como el hidrógeno y energía solar de muy bajo costo, produciéndose captura y almacenamiento de carbono y la medición mejorada del carbono del suelo, con el objetivo de fortalecer a sectores como la agricultura, minería y manufactura, y reducir las emisiones de Australia para alcanzar el neto cero para 2050.
En la actualidad, indicaron que casi el 50 por ciento de las emisiones anuales de metano de Australia provienen del sector agrícola, y consideran que no existe una forma asequible, práctica y a gran escala de reducirlas que no sea sacrificando el tamaño de los rebaños.
Por su parte, Argentina suscribió esta propuesta, aunque se desconoce la forma en que lo llevara a cabo, sobre todo teniendo presente que uno de los principales sectores emisores de metano es, al igual que Australia, el ganado bovino.
Combustibles fósiles y carbón
Por primera vez en la historia del proceso de la CMNUCC, los países también acordaron acelerar los esfuerzos hacia «la eliminación gradual de la energía del carbón» y la «eliminación gradual de los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles».
El compromiso era más explícito, pero justo cuando el Pacto de Glasgow iba a aprobarse, resultado de dos semanas de intensas negociaciones, India, apoyada por China, forzó un cambio en el redactado del artículo 36, pasando a “acelerar los esfuerzos para la eliminación del carbón sin procesos de captura de carbono y de los subsidios ineficientes al combustible fósil”. Con el cambio propuesto, finalmente aprobado por el pleno, la “eliminación” se sustituyó por una “progresiva reducción”, mostrando un compromiso más relativo.
También se emitió una declaración por parte de más de 40 países -entre ellos grandes consumidores de carbón como Polonia, Vietnam y Chile-, quienes acordaron abandonar el carbón, uno de los mayores generadores de emisiones de CO2. Los signatarios de este acuerdo se han comprometido a poner fin a toda inversión en nueva generación de energía de carbón a nivel nacional e internacional. Y en un compromiso separado, 20 países, incluido EE. UU., se comprometieron a poner fin a la financiación pública para proyectos de combustibles fósiles en el extranjero para fines de 2022.
Financiamiento
La financiación se debatió intensamente durante las dos semanas de la COP26. Hubo consenso sobre la necesidad de seguir aumentando el apoyo a los países en desarrollo. Se acogió con agrado el llamado a “al menos duplicar la financiación para la adaptación” y se lanzó el proceso para definir un nuevo objetivo global sobre financiación climática. Sin embargo, los países más vulnerables expresaron una profunda decepción por el hecho de que la promesa de $ 100 mil millones para 2020 permaneciera pendiente7 y también expresaron su preocupación con respecto a la calidad del financiamiento proporcionado, refiriéndose a los préstamos con altos intereses que a menudo se incluyen en los informes de financiamiento climático.
Por otro lado, el sector privado también mostró un fuerte compromiso con casi 500 empresas de servicios financieros mundiales que acordaron alinear 130 billones de dólares -alrededor del 40% de los activos financieros del mundo- con los objetivos establecidos en el Acuerdo de París, incluyendo la limitación del calentamiento global a 1,5 grados Celsius.
Uno de los planteos realizado por Argentina fue el de “crear mecanismos de pagos por servicios ecosistémicos, canje de deuda por acción climática e instalar el concepto de deuda ambiental”. También se remarcó la necesidad de “aplicar la emisión de los Derechos Especiales de Giro, del Fondo Monetario Internacional, a un gran pacto de solidaridad ambiental, que incluya a los países de bajos ingresos y renta media, y que sirva para extender los plazos de las deudas y la aplicación de menores tasas”. Finalmente, se hizo un llamamiento a fortalecer el multilateralismo ambiental e impulsar la capitalización de los Bancos Regionales de Desarrollo.
Mercados de Carbono
Después de años de negociaciones, finalmente se adoptaron reglas para la implementación del Artículo 6 del Acuerdo de París sobre los mercados internacionales de carbono. Los textos de las decisiones finales abarcan tres cuestiones importantes en el marco de dicho artículo: dos mecanismos que permiten el funcionamiento eficaz de los mercados internacionales de carbono, el artículo 6.2 y el artículo 6.4, y un tercero basado en enfoques no comerciales, el artículo 6.8.
Los países aceptaron el «traspaso» de créditos de carbono generados en virtud del Protocolo de Kioto a partir del 1 de enero de 2013, lo que trajo hasta 320 millones de toneladas de CO2 equivalente (MtCO2e) al nuevo mecanismo de París. Además, las Partes acordaron que el financiamiento de la adaptación de una “parte de los ingresos” del comercio en recortes de emisiones sería obligatorio en virtud del Artículo 6.4, siendo voluntario en virtud del Artículo 6.2. Por último, los países acordaron realizar los ajustes correspondientes para garantizar que no se contabilicen dos veces las unidades en los mecanismos del artículo 6.2 y del artículo 6.4.
Un acuerdo sobre las normas fundamentales relacionadas con el artículo 6 sentará las bases para establecer mayores certezas y previsibilidad de los enfoques de mercado y no comerciales en apoyo de la mitigación y la adaptación. Sin embargo, es necesario trabajar mucho más, y se necesitará un trabajo técnico adicional significativo para definir e implementar las reglas de una manera que funcione para la economía real y proteja la integridad ambiental y la ambición del Acuerdo de París.
La normativa, aunque no se la considera perfecta, permite operar con “integridad climática, evitando la doble contabilidad (de reducciones de carbono logradas), y abre el camino para hacer llegar capital privado a los países en desarrollo”. Si bien aún falta mucho desarrollo, podría ser una herramienta que contribuya al financiamiento para aspectos de mitigación y adaptación al cambio climático.
En el caso del sector agropecuario argentino, el desarrollo de mercados de carbono podría servir para alcanzar la neutralidad de carbono entre cadenas, tal como es uno de los objetivos del Programa Argentino de Carbono Neutro (PACN). Resta aun normativa nacional en la materia, pero los resultados de la COP26 dan pie a avances futuros en dicho sentido.
Consideraciones finales
En una declaración al final de la COP 26, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, dijo que los textos finales «dan pasos importantes, pero desafortunadamente la voluntad política colectiva no fue suficiente para superar algunas contradicciones profundas». Señaló que la Conferencia no logró los objetivos de poner fin a los subsidios a los combustibles fósiles, eliminar gradualmente el carbón, poner precio al carbono, desarrollar la resiliencia de las comunidades vulnerables o cumplir el compromiso de USD 100 mil millones en financiamiento climático para apoyar a los países en desarrollo.
Pero, por otro lado, identificó los componentes básicos para seguir progresando que surgieron a raíz de la reunión de Glasgow. Entre estos se destacan: los compromisos para poner fin a la deforestación, reducir drásticamente las emisiones de metano y movilizar la financiación privada; se reafirmó la determinación hacia la meta de 1,5 grados; se impulsó la financiación climática para la adaptación; se reconoció la necesidad de fortalecer el apoyo a los países vulnerables que sufren daños climáticos irreparables y, por primera vez, se alentó a las instituciones financieras internacionales a considerar las vulnerabilidades climáticas en el apoyo concesional, financiero y de otro tipo, incluidos los derechos especiales de giro.
Debe destacarse que con posterioridad al cierre de las negociaciones, Estados Unidos y China anunciaron un acuerdo conjunto para avanzar más en reducir las emisiones esta década. Entre los aspectos destacados figura el compromiso de China a desarrollar un plan para reducir el metano, cuestión relevante si se tiene presente que dicho país no formó parte de la declaración sobre metano que se logró durante la Cumbre. También hubo mención respecto del uso de carbón, y aunque China acordó “reducir gradualmente” el carbón a partir de 2026, no especificó cuánto o durante qué período de tiempo.
Para países como Argentina, las negociaciones ambientales se han transformado tanto en una oportunidad (opciones de financiamiento, mercados de carbono, potencial de captura de emisiones, entre otras cuestiones) como una potencial amenaza (compromisos demasiado ambiciosos, barreras paraarancelarias, impuestos al carbono, etc). La dinámica de las COP llevan a que, en un par de semanas, se definan cuestiones que requieren trabajos e interacciones entre el sector público, privado y académico a la largo del año previo a la próxima Conferencia para profundizar sobre la posición local respecto de los postulados alcanzados y los desafíos futuros en la materia. En este sentido, el sector agroindustrial argentino debe trabajar enérgicamente, dado que el cambio climático, sus implicancias productivas y también comerciales, es un tema que ha llegado para quedarse.