La agricultura sobre el tapete Los pasados 22 y 23 de junio se reunieron, por primera vez en la historia, los ministros de Agricultura del G-20, grupo compuesto por los países industrializados y las principales naciones en desarrollo del mundo. En el encuentro se trató el tema de la volatilidad de precios de las commodities agrícolas, con el objetivo último de acordar un “Plan de Acción sobre volatilidad de precios de los alimentos y agricultura”, que será presentado en la próxima Cumbre de presidentes del Grupo, a celebrarse en Cannes en noviembre de este año. La cuestión de la volatilidad y los altos precios de los productos agrícolas se volvió de interés en diversos foros internacionales a partir de mediados de 2008, momento en que los precios de las commodities alcanzaron picos históricos. A principios de 2011 este tópico escaló al tope de la agenda global, cuando la presidencia francesa del G-20 lo incluyó entre sus prioridades de trabajo, por considerarlo esencial para el crecimiento económico y la seguridad alimentaria mundial. Durante la reunión, los representantes del G-20 centraron su preocupación en los niveles de inseguridad alimentaria y en la necesidad de adoptar medidas para incrementar la producción agrícola mundial sobre una base sustentable, evitando profundizar en la promocionada regulación de los mercados financieros de commodities. Para los Ministros, el aumento de la producción permitirá enfrentar los desafíos íntimamente relacionados de satisfacer la creciente demanda de alimentos en el largo plazo y mitigar la excesiva volatilidad de precios en el corto plazo. De esta manera, puede advertirse que la idea que subyace a todo el Plan de Acción presentado es que la crisis de precios se origina en una expansión de la demanda y una limitada respuesta de la oferta; y que, por lo tanto, el esfuerzo debe estar puesto en aumentar la capacidad de producción de los países en desarrollo. Si bien se alcanzó un alto grado de consenso en torno al necesario aumento de los niveles de inversión en el agro, los temas en los que las posiciones se encontraban distanciadas, como regulación de los mercados de derivados, biocombustibles y restricciones a las exportaciones, se dejaron sin tratamiento o pendientes de resolución. El Plan de Acción cuenta con 5 objetivos principales: a) aumentar la producción y la productividad agrícola para responder a una demanda creciente de alimentos; b) incrementar la información disponible y la transparencia de los mercados; c) fortalecer la cooperación internacional para aumentar la confianza en los mercados, y prevenir y responder más eficientemente a las crisis alimentarias; d) poner a disposición de gobiernos, productores y consumidores nuevas y mejores herramientas para administrar y mitigar de una mejor manera los riesgos asociados con la excesiva volatilidad de precios; y e) mejorar el funcionamiento de los mercados de derivados agrícolas. Como se expresó, las delegaciones han puesto el acento en el primero de estos objetivos, destacando la importancia de adoptar medidas para incrementar la resiliencia, producción, productividad y eficiencia en el uso de los recursos. Particularmente, se comprometieron a aumentar la investigación y desarrollo en la agricultura; alentar la inversión pública y privada en servicios, equipos e infraestructura ligada con la agricultura; y fomentar la cooperación y la transferencia de tecnología. Respecto del segundo objetivo, se creó del Sistema de Información sobre el Mercado Agrícola (AMIS, por su sigla en inglés) para alentar a los principales productores y exportadores de productos agrícolas a compartir datos de producción, comercio y consumo y promover el diálogo político sobre las tendencias de los precios. No queda claro como este sistema, que será coordinado por la FAO y contará con el apoyo del Consejo Internacional de Granos (IGC), se relacionará con las bases de datos internacionales ya existentes en la actualidad para evitar la duplicación de esfuerzos. En relación con el tercer objetivo, debe destacarse la constitución de un Foro de Respuesta Rápida destinado a coordinar políticas de mercado y compartir visiones y planes de acción para prevenir y mitigar crisis de precios de los alimentos. En este apartado, se manifestó el importante papel que juega un comercio internacional estable, abierto y basado en reglas en la seguridad alimentaria mundial; y se decidió remover las restricciones o tarifas extraordinarias impuestas a las exportaciones de productos agrícolas adquiridos con fines humanitarios no comerciales. Los Ministros afirmaron que la principal responsabilidad que le compete a cada Miembro es garantizar la seguridad alimentaria de su propia población. En cuanto al cuarto objetivo, se hizo hincapié en facilitar el acceso de los productores a instrumentos de gestión de riesgos apropiadamente regulados, que les permitan estabilizar sus rentas y contar con un horizonte de planeamiento con mayor certidumbre. También se acordó diseñar redes modernas, flexibles y diversificadas de asistencia de alimentos, que aseguren una eficiente atención de las necesidades de la población más vulnerable. Además, se apoyó el desarrollo de una propuesta sobre un sistema internacional de reservas alimentarias de emergencia. A pesar de la importancia que había adquirido entre los representantes de los países exportadores, el quinto de los mencionados objetivos quedó relegado. El Plan sólo se limita a señalar que la adecuada regulación y transparencia de los mercados de derivados agrícolas es una condición necesaria para el buen funcionamiento de los mercados físicos, y dejó las decisiones en manos de los Ministros de Finanzas y Gobernadores de Bancos Centrales del bloque. Finalmente, debe resaltarse que a pesar de que, como es costumbre en este tipo de documentos, escasean las medidas concretas y sobran las declaraciones de intención, no es menor el hecho de que por primera vez la agricultura se cuele en el tope de la agenda de los países más importantes del mundo. Esta revalorización de la agricultura pone en el centro de la escena la problemática del sector y abre un amplio abanico de desafíos y oportunidades para la inserción internacional de países como Argentina, que pasan a adquirir un rol protagónico por ser actores destacados en el comercio agrícola mundial. Agustín Tejeda Rodríguez, Economista de la Fundación INAI
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