El USTR ha presentado los objetivos de la renegociación del NAFTA. De esta forma, se abre el proceso en el cual EE.UU., Canadá y México redefinirán el acuerdo de libre comercio que ya cuenta con 23 años.
El pasado 17 de julio, la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR, por su sigla en inglés), presentó los objetivos de la renegociación del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (NAFTA). La primera ronda de negociación entre EE.UU., Canadá y México será entre el 16 y 20 agosto en Washington DC.
Se estima que habrá unas siete rondas de negociación que se celebrarán con intervalos de tres semanas. Con dicho calendario, las conversaciones concluirían a principio de 2018. Dentro de las esferas a negociar se contemplan secciones ya existentes en el actual acuerdo, como es el caso del comercio de bienes y servicios o la resolución de disputas; también cuestiones no incluidas, como el comercio digital; o bien temas incluidos en acuerdos paralelos al NAFTA, como en el caso de los estándares laborales y las obligaciones ambientales.
En uno de sus apartados se señala que este esfuerzo de negociación tiende a asegurar un comercio verdaderamente justo, afirmando que bajo la actual versión del acuerdo el déficit comercial de EE.UU. con sus socios ha “explotado», afectando sobre todo a los empleos de la industria manufacturera. Para el USTR, lograr un comercio justo (fair trade) significaría la eliminación de las subvenciones injustas, las prácticas que distorsionan el mercado por parte de las empresas estatales y las restricciones a la propiedad intelectual, además de tomar medidas para que el acceso a mercado sea más «recíproco».
De lo antedicho puede inferirse una de las mayores críticas a la propuesta: la vaguedad de su vocabulario. Por ejemplo, el senador demócrata Ron Wyden de Oregon ha señalado que algunas áreas en el documento del USTR carecían de suficiente ambición y que no señalaba adecuadamente como beneficiaban a EE.UU. las potenciales reformas del acuerdo.
También se señaló que algunos de los objetivos planteados incluían temas que ya estaban negociados bajo el Acuerdo de la Asociación Transpacífico (TPP), del cual Estados Unidos ya no es signatario.
Esto no debería sorprender ya que cuando se dio a conocer la voluntad de EE.UU. de renegociarlo, el secretario de Comercio de dicho país, Wilbur Ross, indicó que la renegociación del NAFTA podía partir de las concesiones que hicieron México y Canadá en el TPP, acuerdo impulsado por Obama pero que Trump sepultó al no enviar su ratificación al Congreso. En el mismo sentido se explayó el Representante Comercial Robert Lighthizer, proponiendo la «modernización» del Acuerdo, con nuevas disposiciones sobre comercio digital, derechos de propiedad intelectual, normas laborales y medioambientales, medidas regulatorias, entre otras, materias que fueran en su momento abordadas por el TPP.
México, por su parte, concluyó el 31 de julio el período de consultas públicas que inició el 1 de febrero de 2017, por lo que aún se desconocen los resultados. De todas formas, ha reafirmado su voluntad de actualizar el Acuerdo para hacer frente a los retos del siglo XXI, y continuar fortaleciendo la competitividad de las empresas de la región. También remarcó que espera un proceso de negociación constructivo por parte de sus dos socios comerciales, que permita aumentar los flujos comerciales y de inversión, que consolide la cooperación y la integración económicas, y fomente la competitividad en América del Norte.
Más allá de lo que pueda resultar de esta renegociación, sirve como ejemplo para ir conociendo más acabadamente la política comercial de EE.UU., y como forma de advertencia para todos aquellos países que ya tienen un acuerdo o que eventualmente vayan a firmarlo con este país: America First.