El pasado 2 de abril los líderes de los países que conforman el denominado Grupo de los Veinte volvieron a reunirse en la ciudad de Londres, en un intento por encontrar una respuesta coordinada al desafío que presenta la crisis económica mundial. Bajo el lema “Una crisis global exige una solución global” los países más importantes del planeta se comprometieron a reparar el sistema financiero; reforzar la regulación financiera; reformar y financiar las instituciones financieras internacionales; fomentar el comercio y la inversión globales, y rechazar el proteccionismo; y construir una recuperación inclusiva, ecológica y sostenible. Durante las semanas previas a la reunión las posiciones se habían mostrado divididas. Por un lado, un grupo comandado por EE.UU. y el Reino Unido se mostraba a favor de realizar un esfuerzo financiero de magnitud, a través de la expansión fiscal, para estimular la demanda y así reactivar la economía mundial. Por el otro, los países europeos, liderados por Alemania y Francia, sostenían que la cumbre debería poner el esfuerzo esencial en restablecer la salud del sistema financiero, mejorar el papel de las instituciones internacionales y reforzar la regulación. Por su parte, la presidenta argentina, Cristina Kirchner, arribó a Londres con una postura media entre los dos bloques enfrentados. La mandataria expresó que las posiciones no eran incompatibles, debido a que en ambos casos se trataba de darle más intervención al Estado. En este sentido, el canciller argentino, Jorge Taiana detalló que entre las principales preocupaciones de su país se encontraban la reforma de la arquitectura del sistema financiero internacional, tendiente a una mayor democratización de los organismos en sus conducciones y un desarrollo de créditos sin los condicionamientos exigidos otrora a los países en desarrollo; y la coordinación de políticas de estímulo a la demanda. Finalmente, luego de extensas discusiones a nivel técnico, la veintena de Jefes de Estado y de Gobierno endosó su apoyo al Comunicado Conjunto que contiene el denominado “Plan Global para la Recuperación y la Reforma”. En el mismo se establecen algunas medidas concretas como: a) la aprobación de un plan de estímulo de 1 billón de dólares de apoyo para restaurar el crédito, el crecimiento y el empleo en la economía mundial, a través de fondos extra para entidades multilaterales como el FMI y el Banco Mundial; b) la coordinación de una ampliación fiscal “sin precedentes” que para finales de 2010 significaría un aporte a la economía mundial de 5 billones de dólares; c) el compromiso de abstenerse a una devaluación competitiva de las monedas; d) el apoyo a la “supervisión sincera, equilibrada e independiente” por parte del FMI de las economías y los sistemas financieros de los países firmantes; e) el establecimiento de un nuevo Consejo de Estabilidad Financiera (FSB) con mayores competencias, entre las que figuran la ampliación de la vigilancia de los fondos de inversión, la supervisión y el registro regulador de las agencias calificadoras de riesgo, la prohibición de los “paraísos fiscales” y la regulación de las remuneraciones y compensaciones de los altos ejecutivos de la banca; f) la puesta en escena de un proceso de selección “abierto, transparente y basado en mérito” para los dirigentes y altos rangos de las instituciones financieras internacionales, eliminando el acuerdo tácito que atribuía la jefatura del FMI a un europeo y del BM aun estadounidense; y g) el compromiso de notificar sin demora a la OMC la adopción de cualquier medida de carácter proteccionista, y la solicitud a esta organización de que, en conjunto con otros organismos internacionales, controle la adherencia a esta promesa con la publicación de un informe trimestral. En conjunto con estas escasas medidas concretas, que poco se corresponden con las intenciones de una reforma sustancial del sistema económico-financiero mundial manifestadas con anterioridad al encuentro, surgen del documento innumerables declaraciones de compromiso. Al igual que lo acontecido en la anterior reunión del G-20 celebrada en Washington, los líderes de los países más influyentes del mundo expresaron su intención de abstenerse de levantar nuevas barreras a la inversión o al comercio de bienes y servicios, de imponer nuevas restricciones a las exportaciones, o de aplicar medidas incoherentes con la OMC para estimular las exportaciones; de alcanzar una conclusión ambiciosa y equilibrada de la Ronda Doha; de cumplir con los Objetivos de Desarrollo del Milenio; y de afrontar la amenaza del cambio climático. No obstante esto, la declaración fue recibida con gran expectativa por parte de la mayoría de los países del mundo. El presidente de los EE.UU., Barack Obama expresó que las medidas adoptadas constituyen un “giro histórico”. En la misma sintonía, el primer ministro británico, Gordon Brown habló del comienzo de “un nuevo orden internacional”. Por su parte, el presidente de Brasil, Lula da Silva, celebró la participación de los países en desarrollo en una reunión de estas características y expresó que es la primera vez que asiste a una reunión en la que países ricos y emergentes “están en igualdad de condiciones”. Por último, los países miembros del G-20 acordaron reunirse nuevamente antes de que finalice el año para evaluar la evolución de los compromisos asumidos. Según el presidente francés Nicolás Sarkozy, la nueva Cumbre podría tener lugar en Nueva York, después de la próxima apertura de sesiones de la Asamblea General de la ONU en septiembre. Leer en pdf »