Crónica anunciada de la (des)inserción comercial argentina Ernesto S. Liboreiro y Agustín Tejeda Economistas de Fundación INAI Conforme a datos de comercio mundial de GATT – OMC, a pesar de enfrentar un escenario favorable a su economía durante gran parte de los años que conforman la década actual, Argentina sólo representó en 2008 un 0,44% del total del comercio mundial de bienes. Este porcentaje, similar al obtenido a mediados de los 90, es muy inferior al 2,81% alcanzado en 1948, fecha desde la cual se dispone de datos. Pero observando los productos originados en el agro la situación cambia. En 2008 el país alcanzó, gracias a la escalada de los precios internacionales, su récord de los últimos 30 años logrando representar el 2,8% del comercio agrícola total, cifra que supera los picos de 2,5% alcanzados en 1998 y 2007. (El gráfico presente en esta editorial puede verse en el pdf. del boletín) Fuente: Fundación INAI en base a estadísticas disponibles de la OMC. GATT fue fundado en 1947. Para comprender la participación argentina en el comercio mundial total y las prioridades que el Gobierno nacional estaba dando a las negociaciones internacionales, la Fundación INAI solicitó en 2007 la realización de un estudio que identificara las prioridades otorgadas en el comercio internacional, por la vía de los hechos, a diferentes productos. El estudio, realizado por la Licenciada Graciela Peri, permitió definir de manera cualitativa tales prioridades entre los productos correspondientes a los 97 capítulos de la Nomenclatura Arancelaria del MERCOSUR. Para precisar estas prioridades de manera cuantitativa, la misma consultora calculó en otro estudio , finalizado en diciembre de 2009 con el apoyo también del Programa BID – FOMIN , las tasas de protección nominal (TPN) y efectiva (TPE) para algunos productos seleccionados. Se estudiaron las cadenas de valor del aluminio, automotriz, calzado de cuero, cobre, carnes frescas, refrigeradas o congeladas, cueros curtidos, petróleo, poroto de soja, harina y aceite de soja, trigo, harina de trigo y vino. La elección de dichas cadenas se realizó en base a la generación de divisas por exportaciones, la importancia de los productos exportables sobre el desarrollo regional y las prioridades de las políticas manifestadas en el discurso oficial de favorecer sectores intensivos en mano de obra. Para el cálculo de las tasas de protección efectiva se compararon las políticas de comercio exterior que recaen sobre cada uno de los bienes analizados. Se tuvieron en cuenta, además, todos los instrumentos fiscales, de crédito, monetarios, financieros, sanitarios y administrativos, directa e indirectamente vinculados con el comercio exterior. Entre las cadenas seleccionadas, la TPE más alta es la que recibe el sector automotriz (117%). Si se hubiera considerado únicamente la tasa de protección nominal el valor bajaría al 35%. Le siguen en orden de importancia la cadena del vino (vinos finos y especiales) con una TPE del 71% y la industria del calzado (fino y de alta gama) con una TPE del 69,3%. La TPE comienza a mostrar valores más moderados en el caso de la molienda de trigo, 35%, la industria de cuero curtido, 33%, y la cadena del aluminio con un valor de 6%. Los mayores niveles de desprotección (TPE negativa y alta en valores absolutos) coinciden con los sectores productivos vinculados a los recursos naturales: sectores minero y agropecuario. En este sentido, la cadena más desprotegida es la del petróleo con una TPE de -49%, seguida por la de los aceites y harina de soja con -45%, y la producción de poroto de soja con una tasa de -25%. Esta descripción concuerda con el comportamiento de Argentina en las negociaciones internacionales. Para los diferentes productos que constituyen las cadenas relevadas, los negociadores argentinos han defendido, en foros regionales y multilaterales, una posición coincidente con el comportamiento que, sobre los mismos productos, ha tenido el gobierno en la aplicación del resto de los instrumentos de comercio exterior. Cabe reflexionar, en este momento, si estas prioridades son las adecuadas. A la luz de los hechos, ellas no han sido capaces de colocar al país en niveles de participación del comercio mundial ni siquiera comparables al de lustros atrás. Resulta preocupante que de los 50 países más importantes en el comercio internacional, el nuestro sea el que mayor disminución haya experimentando en la porción que representa del comercio mundial durante las últimas cinco décadas. Resulta también preocupante que esta tendencia decreciente sólo ha sido revertida en los años recientes para las exportaciones de los productos que conforman las cadenas originadas en el agro, cadenas que, precisamente, no se encuentran dentro de las prioridades mencionadas. Como en el darwinismo biológico, la adaptación de un país a las situaciones cambiantes en la cuantía y composición del comercio mundial es vital para su sobrevivencia. Argentina ha sido uno de esos casos de carencia de capacidad de adaptación al ambiente comercial mundial desde hace décadas. Esta incapacidad ha llevado a crisis económicas recurrentes, que han dado lugar a reiteradas crisis sociales y políticas. Es válido preguntarse, entonces, si una decisión tan vital para el futuro de Argentina no debería ser, por lo menos, objeto de un amplio debate. ¿Puede un país como el nuestro darse el lujo de que las decisiones sobre estos temas no sean el resultado de estudios profundos de los escenarios internacionales futuros? ¿No debería existir una discusión en la cual estén involucrados partidos políticos, organizaciones empresarias, sindicales y especialistas en el tema, entre otros? Además ¿no debería ser ella del conocimiento ciudadano? Finalmente, ¿culminaremos el bicentenario sin un consenso sobre la adaptación de Argentina a las cambiantes condiciones mundiales? Esta definición hace más que ninguna otra al diseño un país que, por poseer un mercado interno de escasas dimensiones, necesita de una adecuada inserción en el comercio internacional si se quiere desarrollar. De esta manera, la participación en la gestación del proyecto de país y su modalidad de inserción es crítica para el futuro de los argentinos y debe ser lo más amplia posible.
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