A principios de octubre se anunció la autorización comercial de dos eventos biotecnológicos nacionales, una soja resistente a la sequía y una papa resistente al virus PVY, lo que coloca a la Argentina entre los seis países que alcanzaron este tipo de desarrollo científico.
Respecto de la soja, se trata de la primera vez a nivel mundial que se aprueba un producto de tolerancia a sequía en dicho cultivo. Por sus características, permite mantener los rendimientos en condiciones de carencia temporal de agua.
El mismo fue creado a través de un emprendimiento nacional con interacción público-privado, que incluyó el desarrollo por parte del grupo de trabajo que conduce la doctora Raquel Chan, de la Universidad Nacional del Litoral e investigadora del Conicet, y luego la incorporación de la tecnología en soja por la empresa nacional Inder, del grupo Bioceres.
Según explicaron en Bioceres no será lanzada aún al mercado, ya que se espera la aprobación de China. Como sucedió con la soja resistente a insectos y maíces transgénicos, el gobierno argentino decidió adoptar la política «espejo» respecto de China, el principal importador de soja del mundo.
Para la papa resistente al virus PVY, principal enfermedad de este cultivo que puede causar pérdidas económicas de hasta el 80%, se destacó que el cultivo es resistente a una enfermedad endémica para todas las zonas de producción papera de Argentina, siendo un claro ejemplo de solución a un problema específico de una cadena productiva nacional.
Se trató de una tecnología desarrollada por investigadores del Instituto de Ingeniería Genética y Biotecnología -Ingebi- del Conicet, los profesionales Fernando Bravo Almonacid y Alejandro Mentaberry. La empresa nacional que promueve la comercialización del producto es Tecnoplant, una subsidiaria del grupo Sidus.
Con el cambio de autoridades en el ahora Ministerio de Agroindustria se ha propuesto continuar dicha senda. Para tal fin se ha jerarquizando el área biotecnológica, con la subsecretaría de Bio-Industria, especialmente vinculante y la elevación a rango nacional de la dirección de Biotecnología.
En el marco de la clausura anual de la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA), el subsecretario de Bio-Industria, Mariano Lechardoy, señaló que el objetivo hasta el momento era diversificar el uso de la biotecnología y priorizar los desarrollos de origen nacional, lo cual se había cumplido. Ahora se buscará desarrollar otras resistencias a virus o a sequías, que podrían ampliar la frontera productiva. También resaltó que se están buscando mejores rendimientos.
Según informaron desde MINAGRI durante la reunión, se concluyó con la segunda fase de evaluación de dos cultivos genéticamente modificados de maíz y soja. Asimismo, se presentaron los nuevos equipos de trabajo y se debatió acerca de criterios generales en materia de bioseguridad agropecuaria.
Por su parte, el secretario de Agregado de Valor del Ministerio de Agroindustria, Néstor Roulet, resaltó que la actual matriz productiva no era sustentable en el tiempo, y por eso más que nunca era necesaria la biotecnología. Pronosticó que para el 2020 se iban a producir 140 millones de toneladas de granos y que eso se iba a lograr con mayor producción por hectárea, donde la Biotecnología será parte fundamental.