Históricamente los vínculos entre el comercio y la seguridad alimentaria han sido objeto de un intenso debate, renovado desde los picos de precios internacionales de 2008 y 2011. En su reciente informe sobre el estado de los mercados agrícolas, titulado “Comercio y seguridad alimentaria: lograr un mayor equilibrio entre las prioridades nacionales y el bien colectivo”, la FAO intenta reducir la polarización de las opiniones, donde algunos insisten en que el libre comercio permite contar con disponibilidad de alimentos más accesibles, mientras que otros, apuntando a la reciente etapa de volatilidad de precios, subrayan la necesidad de un enfoque más cauteloso, incluyendo diversas salvaguardias para los países en desarrollo.
El informe hace foco en la manera en que debería gobernarse el comercio internacional para que una mayor apertura pueda beneficiar a todos. El desafío es la compatibilidad entre las medidas dirigidas a atender las preocupaciones sobre la seguridad alimentaria nacional, por una parte, y sus efectos sobre la seguridad alimentaria del resto de los socios comerciales.
Según los economistas de la FAO, el valor de los intercambios mundiales de productos agroalimentarios casi se ha triplicado en el último decenio y se prevé que continúen aumentando en las próximas décadas. Con el liderazgo del Mercosur en algunas regiones aumentarán las exportaciones netas, y en otras las importaciones netas. Mientras las compras tienden a dispersarse en muchos países, los envíos tienden a estar concentrados en unos pocos proveedores. De esta manera, el comercio internacional tendrá una influencia cada vez mayor en el alcance de la seguridad alimentaria en todo el planeta. Por tanto, las negociaciones internacionales vigentes en la actualidad deben asegurar que la expansión del comercio contribuya, y no perjudique, a la eliminación del hambre y la malnutrición.
Numerosos países han manifestado su preocupación acerca de la fiabilidad de los mercados mundiales como fuente de alimentos asequibles. Si bien la apertura aumenta la disponibilidad de productos de origen agropecuario y presiona a la baja los precios al consumidor, también conlleva riesgos potenciales. Una mayor dependencia de los mercados internacionales puede exponer a los países a las acciones de sus contrapartes comerciales, así como a perturbaciones de corto plazo.
Particularmente, se notan las consecuencias negativas para la seguridad alimentaria de las medidas restrictivas para las exportaciones tomadas por algunos países con el objetivo de evitar que las subas de los precios internacionales de las commodities agrícolas se trasladen a sus precios domésticos. Estas medidas unilaterales generaron respuestas en cadena que agravaron la relativa escasez en el mercado mundial, provocando un mayor y más prolongado aumento de estos precios, con resultados por tanto contrarios a los originalmente buscados.
En relación, se subraya que las políticas que se aplican para hacer frente a los problemas transitorios relacionados con la seguridad alimentaria son diferentes de las que tienen por objeto promover los incrementos sostenidos de la productividad agrícola necesarios para reducir los niveles de inseguridad alimentaria a largo plazo, y pueden no ser complementarias.
Según los expertos de la FAO, el comercio afecta a las cuatro dimensiones de la seguridad alimentaria: la disponibilidad, el acceso, la utilización y la estabilidad. La interacción con estas dimensiones es compleja y depende de una variedad de factores subyacentes. Aunque los datos son limitados, todo indica que el comercio en sí mismo no es ni una amenaza inherente ni una panacea para la seguridad alimentaria y la nutrición.
En su presentación en la Segunda Conferencia Internacional sobre Proyecciones Agroindustriales organizada por la Fundación INAI, una de las economistas que participó en la elaboración de este documento, Ekaterina Krivonos, describió los principales cambios y tendencias en las políticas agrícolas en respuesta a preocupaciones vinculadas con la seguridad alimentaria y sus impactos en el comercio. Destacó el aumento en los subsidios a la agricultura otorgados por los países emergentes, con China e India a la cabeza, al tiempo que disminuyen los concedidos por los países desarrollados.
En este sentido, se subraya la necesidad de una mejora en las disciplinas multilaterales en favor del comercio y la seguridad alimentaria, especialmente en el ámbito del Acuerdo sobre la Agricultura de la OMC. No obstante, se reconoce que es preciso lograr un equilibrio adecuado entre los beneficios de la acción colectiva derivados de las disciplinas sobre el uso de la política comercial, por una parte, y el margen de acción normativa que precisan los países en desarrollo, por otra, que deben determinarse en función de sus necesidades específicas. Los países deben poder elegir libremente las políticas apropiadas para lograr su seguridad alimentaria nacional, asegurándose que estas no ocasionen perjuicios a terceros países.
Para la FAO, incorporar la seguridad alimentaria en la toma de decisiones de las políticas comerciales es una manera de hacer del comercio un «facilitador» del desarrollo sostenible y la erradicación del hambre.
Ver gráficos en la versión en pdf. del Boletín.