Con miras a la próxima Conferencia de Copenhague sobre Cambio Climático, del 7 al 18 de diciembre, se han realizado una serie de reuniones preparatorias en Bangkok (Ver Boletín Nº 88) y en Barcelona. En esta última, realizada entre el 2 y 6 de noviembre, quedaron expuestos cuales son los principales obstáculos para consensuar una posición internacional común. Por un lado, se encuentra el nivel de mitigación que las economías desarrolladas van a acometer entre 2012-2020, y si los países en desarrollo deberán también asumir tales reducciones o algún otro tipo de compromiso vinculante. Por el otro, surgen las divergencias en torno a la cantidad de recursos financieros que se deberían transferir a los países en desarrollo para favorecer sus esfuerzos de mitigación y adaptación. Los países emergentes y en desarrollo aducen que la responsabilidad histórica del problema es de los países desarrollados y que sus emisiones per cápita son muy superiores a las del resto. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que las emisiones procedentes de los países emergentes y en desarrollo ya en la actualidad rebasan notablemente las de los países ricos, representando el 60% del total. Cabe destacar que este porcentaje es responsabilidad de los mayores países emergentes, como China, India, Brasil, México y Corea. Asimismo, el incremento de emisiones proyectado para la próxima década corresponde casi exclusivamente a los países emergentes. De esta manera, se sostiene que sin su participación directa en la mitigación de emisiones no hay solución posible para la crisis del clima. Por el lado de EE.UU. existe una propuesta de ley, aprobada por el Congreso el pasado junio, que propone reducir las emisiones en 2020 al nivel que tenían en 1990, objetivo muy por debajo incluso al compromiso que tenía que alcanzar según el Protocolo de Kyoto (para el 2012 debía reducir al 93% las emisiones que tenía en 1990). Dicha propuesta difícilmente pueda ser aprobada antes de la cumbre de Copenhague, lo que implicaría que los negociadores norteamericanos acudirían a la cumbre con un margen de maniobra muy limitado para comprometer a su país en objetivos cuantitativos de mitigación. La UE ha hecho del cambio climático un eje central de su presencia en el mundo, siendo el bloque europeo el que más propicia llegar a un acuerdo. Acude a la cumbre danesa con compromisos asumidos en torno al cambio climático. Ya al finalizar del año 2008 las emisiones de gases de efecto invernadero (UE-15) fueron 6,2% menores que las de 1990 y no hay duda de que alcanzará el objetivo fijado en Kyoto de reducirlas en un 8%. Asimismo, la Unión ha aprobado objetivos ambiciosos sobre energía y cambio climático para 2020. Respecto a China se ha regido por el principio de «responsabilidades comunes pero diferenciadas», reclamando a los países ricos por su responsabilidad histórica en las emisiones, al tiempo que insiste en que son los países desarrollados quienes han de ayudar financiera y tecnológicamente a los emergentes y en desarrollo para mitigar sus emisiones y adaptarse al cambio climático. De todos modos, es necesario recalcar que China ha dado pasos muy importantes en años recientes en su acción doméstica en relación a la eficiencia energética y la introducción de energías renovables. Finalmente, Brasil ha anunciado que reducirá voluntariamente sus emisiones de carbono de entre 36,1% a 38,9% para el 2020, principalmente al disminuir la deforestación en la gran región del Amazonas. De todas maneras, durante la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), China y EE.UU. se negaron a comprometerse a reducir las emisiones contaminantes. Frente a este escenario, en el que es prácticamente imposible firmar un tratado internacional que sustituya al protocolo de Kyoto, surge como opción la concreción de un gran acuerdo marco que recoja la esencia del futuro tratado, que deberá seguir siendo negociado para ser aprobado el año próximo. Este nuevo tratado, en el que por fin estaría EE.UU., podría cerrarse entre tres y seis meses después de la cita de Copenhague, aunque otros observadores apuntan que podría demorarse hasta finales del 2010 en la próxima Conferencia de las Partes en México. Para tal fin, la contribución de las potencias emergentes será fundamental en el futuro acuerdo. Estos países (China, India, Brasil, México o Corea) están asumiendo esfuerzos para limitar sus emisiones y frenarlas respecto a las previsiones futuras. Finalmente, respecto del resto de los países en desarrollo, entre los que se incluye Argentina, es menos probable que asuman compromisos vinculantes de reducción de GEI en el marco del próximo acuerdo internacional. Sin embargo, la mayor preocupación radica en que los países que asuman compromisos de reducción sean autorizados a poner medidas en frontera (aranceles de importación, derechos antidumping, derechos compensatorios, obstáculos técnicos, etc.) con el fin de evitar lo que se llama la “fuga de carbono”, es decir, la neutralización de la reducción de emisiones a razón de la compra de productos a otros países que no hacen reducciones de emisiones en su producción y/o transporte.
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