Ante la crítica situación de las negociaciones, el Director General de la OMC llama a los miembros a actuar. Existen riesgos para el sistema de solución de diferencias y posibilidades de una guerra comercial.
Durante la reunión anual del World Economic Forum en Davos hacia finales de enero, la cuestión sobre el futuro de la OMC estuvo presente. En ese sentido, el Director General de la misma, Roberto Azevedo, dijo que el resultado de Buenos Aires -en referencia a la XI Conferencia Ministerial- había sido decepcionante, y que los miembros de la OMC tenían que actuar si querían negociaciones comerciales globales, no sólo bastaba con prometer su apoyo.
En Davos se esperaba algún tipo de definición de EE.UU. en relación a la OMC, pero el representante comercial de dicho país, Robert Lighthizer, no ha dado ninguna pista sobre qué sería necesario para que se eliminara el veto que amenaza con paralizar al Órgano de Apelación de la OMC.
Dicho tribunal necesita un mínimo de tres miembros para funcionar, y si bien normalmente tiene siete jueces, ahora se reduce a cuatro y se reducirá a tres en septiembre, por lo que se enfrenta a una gran acumulación de complejas disputas comerciales. Y es precisamente EE.UU. quien está bloqueando el nombramiento de los jueces, entendiendo que las resoluciones han favorecido injustamente a naciones en desarrollo como China.
Siempre se ha considerado al Órgano de Solución de Diferencias (OSD) como un brazo crucial de la OMC, que ofrece a las naciones un foro para trabajar en la resolución de conflictos y evitar una escalada arancelaria que podría desencadenar una guerra comercial.
Por su parte, Pascal Lamy, ex Director General de la OMC, ha señalado que si una gran potencia no quiere jugar bajo las reglas del comercio internacional, el resto va a tener que reaccionar. En este sentido, ensayó tres posibles resultados del accionar estadounidense. Uno sería una reforma de la OMC para atender las preocupaciones de Washington. Otro sería volver a la realidad previa a la entidad, con menores reglas disciplinarias sobre el comercio. Y un tercero, al que llamó el “vaquero solitario”, es que Estados Unidos renuncie o que el resto, para resistir la ofensiva estadounidense, cree una OMC sin EE.UU.
Cualquiera sea la posible salida, es necesario reconocer que la OMC está en problemas porque las negociaciones están estancadas, las reglas comerciales existentes se están desactualizando, y la fricción comercial entre los Estados Unidos y China amenaza con convertirse en una guerra comercial de efectos perniciosos para todo el comercio internacional.
En relación a esto último, Azevêdo ha advertido que el riesgo de guerra comercial sigue estando presente. Si bien señaló que tras la crisis financiera de 2007 había altas chances de que muchos países tomarán medidas proteccionistas, y al final no ocurrió. Agregó que había que seguir atentos, porque sigue existiendo riesgo de que se tomen medidas unilaterales.
En tal sentido, en el pasado mes de enero, Washington impuso sanciones aduaneras a los paneles solares chinos y a las lavadoras surcoreanas y tampoco se descarta la aplicación de aranceles o incluso cuotas de importación al acero y al aluminio proveniente de China. Ante esto, dicho país amenaza con recurrir al OSD, el cual se señaló, está bajo riesgo de parálisis.